lundi 6 février 2012

Republica sin Indios: La comunidad imaginada del Perú (Cecilia Mendez G.)

Y ahora, un poco de Historia de Perú... Esa es la reseña de un texto bien interesante, de Cecilia Méndez G., que hice cuando estudiaba en Lima...


Simón Bolívar como libertador y más tarde fundador de la republica, indígenas rebeldes en Iquicha que piden el retorno del rey, y un poeta racista opuesto al proyecto de confederación Perú-Bolivia del Mariscal Andrés de Santa Cruz. A pesar de las diferencias de contexto y de ubicación social e ideológica de esos personajes, existen vínculos que los unen a través de la historia.

Analizando a las prácticas discursivas de esos actores históricos, tres elementos resaltan de manera muy obvia. Primero, la correspondencia entre “indio” y nación en el discurso de la elite criolla de entonces, entre idealización positiva, miedo y desprecio. Segundo, el desajuste entre sus posiciones y la actitud del sector indígena. En fin, la idea que “lo indio” es omnipresente en el discurso sobre la nación, aunque sea para expulsarlo de ella.

I. Simón Bolívar, entre liberalismo puro y racismo

Antes de llegar a Perú, Simón Bolívar tenía una visión del indigena idealista, influenciada por Rousseau y los pensadores de la ilustración. El indígena era un buen salvaje, apacible, solitario, “amigo de todos”, voluntariamente apartado de la vida política.

Pero en 1822, atravesando los Andes, Simón Bolívar se enfrento a la rebelión de los pastusos, que acosaban a su ejército, usando técnicas de guerrillas. Desde entonces su visión cambio radicalmente: el ser apacible se convirtió en bestia salvaje, bruta, despreciada, degradado. “Esos demonios merecen la muerte”: si es que algo siguió constante en el pensamiento bolivariano, fue su visión de los indígenas como seres incapaces de una concepción política. Pero si no se apartaban voluntariamente de la sociedad política, solo la aniquilación podía resolver el problema. En eso, Simón Bolívar no invento nada, solo se unió al punto de vista de la elite criolla de Lima, atemorizada por la figura del “indio”.

Esa noción del indígena como ser inferior y degradada apareció en realidad con Cornelio de Pauw, para quien eran seres “brutos, antisociales, incapaces de plegarse a un orden político cualquiera”, en fin, esclavos de sus pasiones. En eso no estamos tan lejos del esclavo natural de Aristóteles. Ese punto de vista ya era mucho más representativo del pensamiento de la ilustración, con el cual empezó la racializacion del mundo, que el buen salvaje de Rousseau. Pero existe una gran diferencia entre De Pauw por un lado, y Bolívar y la elite criolla por otra: en Europa, el debate sobre la naturaleza del indigena era algo puramente abstracto, mientras que en los países andinos, se trataba de un asunto político.

Esa ecuación del indígena como bestia apareció en realidad con la rebelión de Túpac Amaru. Su derrota significo una doble tragedia para el mundo andino: desato todos los miedos y fantasías hacia el originario, y también fue el punto de partida del exterminio de la nobleza indígena. Antes de ella, existía cierta proximidad entre las elites indígena y española. “Ser indio significaba ser colonizado, pero no necesariamente bruto o inferior”. La idea de un "indio" noble, con la misma educación, no era nada rara para un español de esa época, mientras que 20 años más tarde, ya había desaparecido totalmente. La extinción física/política/cultural de la aristocracia indígena provoco una “igualación negativa “de los “indios” a ojos de los blancos.

Dentro de esas mismas elites blancas, se alabaron voces indigenistas, en contra de la deshumanización del indígena. El mismo Simón Bolívar mismo abole el trabajo servil, pero nunca hubo lugar para el otro, el no-blanco, en su sueño nacional. Se inicio una ofensiva jurídica en contra de la comunidad, se flexibilizo al mercado de tierras, despojando al originario de sus bienes.

Eso traducía la voluntad de crear a una “republica sin los indios”: “Para que los indios fueran considerados seres políticos, primero tenían que dejar de ser indios”, y convertirse en pequeños propietarios.

II. Los indígenas como sujetos políticos activos

La actitud de las elites no fue la única en cambiar: también ocurrió lo mismo con los originarios. Entre 1825 y 1828, se produjo una rebelión realista en Huanta, departamento de Ayacucho, en la cual se destacaron los Iquichanos. La población siempre fue tradicionalmente realista en esa zona, pero eso no basta para explicar la explosión en contra de la republica.

No fue tampoco el resultado de la manipulación de sectores “blancos” o “no indios”, no solo por su liderazgo indígena, sino también por el significado de las demandas y actitudes políticas de los campesinos.

Su principal dirigente era Antonio Navala Huachaca, un indígena iletrado. Los iquichanos formaban en realidad parte de amplios sectores de la población india que habían intercambiado favores de parte del rey a cambio de lealtad política. Al defender al antiguo régimen, no defendían precisamente a la figura del rey, sino al estatus y poder político que habían negociado y ganado, sin dejar de ser indios. Reivindican su condición de “indios con poder”.

Aquí está la paradoja: “un movimiento jerárquico y pro colonial desafiando los criterios de jerarquización étnica inherente al colonialismo”. Eso era algo muy obvio en la estructura del ejército insurreccional: los oficiales realistas blancos eran subordinados al liderazgo de Huachaca.

En 1827, se desarticulo al movimiento y se desato la represión, pero sus líderes siguieron burlando al enemigo. La resistencia siguió, en el ámbito militar pero también político, con juntas y cabildos. Los rebeldes establecieron a un gobierno paralelo, nombrando autoridades, castigando a los corruptos, recaudando el tributo. Los pobladores siguieron reconociendo a los caudillos indígenas y se apartaron de la autoridad del poder central.

Después de 1830, los iquichanos dejaron de lado el discurso realista, y cambiaron su marco discursivo para legitimar su desafía a la autoridad. “Si bien reiteran su defensa a la ley y la justa causa, tal como lo hicieron en sus momentos realistas, clamaría esta vez por los derechos que les correspondían como integrantes del Estado y de la nación”. Esa vez, los indígenas continuaron su rebelión en el ámbito político, buscando integración al proyecto nacional mediante la adopción de la nueva terminología oficial. Eso no es nada nuevo, es una característica universal de los sectores subalternos de usar a un discurso legalista para conseguir integración.

De esa rebelión se puede concluir que los indígenas iquichanos, no buscaron resistir a una nueva autoridad política, sino que formulaban una demanda “para ser reconocidos como parte integrante del cuerpo político”. El originario existente demostró ser un ser político, lejos de toda fantasía racialista. El Mariscal Andrés de Santa Cruz será la única figura política de la región en tomar ese elemento en cuenta, al firmar un pacto con Huachaca y los Iquichanos.

III. El Mariscal Santa Cruz y la confederación Perú-Boliviana: “lo inca contra lo indio”

El proyecto de confederación del Mariscal Andrés de Santa Cruz recibió una considerable acogida en el sur del Perú, pero resultaba económicamente contraproducente para las elites económicas de Lima y de la costa Norte. Estas mismas elites se aliaron con Chile, y llegaron a quebrar el proyecto. Pero lo económico no fue la única razón para esa oposición.

El discurso antisantacrucista definía lo peruano, antes de todo, a partir de la exclusión del “indio”. Santa Cruz hijo de un criollo peruano y de una indígena aymara boliviana, fue constantemente atacado, por “extranjero” y “indio”. Más exactamente, sus adversarios usaron a su físico como base de su carácter extranjero. Era más extranjero por aimara que por boliviano.

El poeta Felipe Pardo fue uno de sus más duros hostiles adversarios intelectuales. En sus obras resalían todos los miedos de los criollos limeños. Santa Cruz se convierte en un nuevo Túpac Amaru para esa nueva elite, en el conquistador de Lima. “El delito no era ser conquistador, sino que un indio se atreva a serlo. Para Pardo y los sectores dominantes, se activa la fantasía de la conquista invertida.”

Al mismo tiempo, el discurso antisantacrucista buscaba reforzar al nacionalismo peruano, aunque de una manera paradojal si uno toma en cuenta la alianza con Chile, usando un discurso incaista. En ello se encuentra también la ruptura garcilasiana entre inca y “indio”. El indígena es aceptado como representante arqueológico de un pasado glorioso, pero rechazado como enemigo si es presente como Santa Cruz.

Mas allá de Pardo, quien, finalmente, a pesar de su mucha influencia aun solo era un escritor, los principales oponentes a Santa Cruz eran dos caudillos conservadores, Salaverry y Gamarra. Salaverry era el típico representante de los sectores limeños, blancos, criollos, racistas, mientras que la oposición de Gamarra, caudillo cuzqueño mestizo, se explicaba más por su xenofobia.

Por el otro lado, los partidarios de Santa Cruz no eran son liberales doctrinarios, pero abogaban a favor de un cambio, de un “nuevo orden no cumplido por la independencia” sin definir claramente el contenido de ese. Era, finalmente, una lucha entre una idea de nación indefinida y abierta, contra otra concepción de la nación, definida y cerrada.

En 1839 fue derrotada la confederación, y le sucedieron gobiernos liberales y autoritarios. Esa fecha marco el triunfo y la consolidación del proyecto criollo de nación, un proyecto en el cual “quedaría más de Pardo que de Gamarra”, es decir que la definición de lo nacional se hizo no tanto en función de un rechazo xenófobo que del desprecio y la segregación de lo originario. A ella se incluyeron más tarde el positivismo y la biología al servicio del racismo, pero la idea del proyecto oligárquico no cambio: la “republica sin indios”, como lema del progreso y definición de la peruanidad.

Finalmente, aparece que los vinculos entre Simón Bolívar, los iquichanos, los adversarios de la confederación y nosotros son los mitos. Bolívar se aferraba al proyecto de una nación de pequeños propietarios, sin indios ni comunidades. En su utopía liberal, negaba la existencia de los indígenas, los cuales eran entonces la gran mayoría en Perú. Los iquichanos desafiaron a ese mito, demostrando el abismo entre el pensamiento de Bolívar y la realidad.

En cuanto a Pardo, su mito era el miedo al i”ndio en armas”, más que todo cuando se mimetizaban con la elite como Santa Cruz. En su caso, el racismo contra el originario refuerza la identidad de una clase que pretende encarnar la “identidad peruana”, definiéndola expulsando a “lo indio”.

Ahora, indio ya no es un referente para entender a la realidad peruana. Con la modernidad, la cultura campesina llego a ser minoritaria. El Perú actual es en gran parte una “republica sin indios”, pero también desapareció el Perú aristocrático. Esa desaparición del “indio” paso por caminos diferentes de los previstos por Pardo o Bolívar, pero igualmente cargados de violencia real y simbólica. Ese “Perú indio” ya no puede ser resucitado, y las voces nostálgicas para quienes Perú esta perdiendo su identidad solo “marcan diferencias cuando esas diferencias se hacen cada vez menos distinguibles”.

El pasado desaparece, sin que todavía se pueda definir el futuro.

3 commentaires:

  1. Muchas Gracias por publicar, me ha sido de gran ayuda.

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  3. Probablemente ha faltado comentar que cuando Bolívar huyó a la recién independizada Haití, prometió a Petión, la liberación de los negros de Venezuela, y para tal fin, el caudillo haitiano, le entregó armas, fondos, y puso a su disposición tropas.

    Cuando Bolívar se hizo con Venezuela, jamás liberó a negro alguno... No en vano obraban en poder de los mismos criollos insurrectos, que hacían uso de una "bandera de libertad" manteniendo esclavos en su poder...

    Estos "libertadores", no abolirían la esclavitud hasta la Conferencia de Panamá, donde el mundo entero decidió enterrarla... Para entonces Bolívar llevaba años muerto. El artículo va orientado a los indígenas, paro cabe no olvidar tampoco esta cuestión.

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